Fui sombra a plena luz.
Mis cabellos gritaban
de agrietadas soledades
en sequía de caricias.
Y fui potra montuna
sin jinete al ataque
para exprimir mi sudor…
ansioso por desbordarse.
A veces, allá afuera,
la lluvia olía a calendario sin hojas,
o al aroma de difuntas lágrimas
entre tumbas blanquecinas.
En la plazoleta del pueblo
las campanas parecían tañer
sin quien las escuchara;
cada quien en su propio afán.
Quizás fui daño colateral
de efímeros sueños
entroncados en paredón de quimeras.
A veces la vida huele a indigentes migajas.
Dora Elia.
9 de febrero, 2021